Siempre he soñado con un mundo mejor. Soñando y soñando, acabé tomando la decisión de formarme para ser docente. Tuve la suerte de comenzar a trabajar muy pronto como maestra de educación primaria en diferentes escuelas. Durante unos años conseguí ser feliz educando a esos pequeños ciudadanos del futuro. Sin embargo, había algo que no terminaba de encajar en el puzle de mi vida. Faltaban algunas piezas cuya omisión yo había intentado obviar, hasta que su ausencia hizo insostenible el puzle y me desarmé por completo.

Dice Mario Alonso Puig que «tras la noche oscura del alma, llega el más bello despertar». Y así fue. Tras una crisis, provocada por el intento de encajar en el molde social y vivir el tipo de vida que se suponía que tenía que vivir, pude encontrar mis piezas perdidas durante un largo pero sanador camino que poco a poco fui transitando y que aún transito.

La primera pieza fue la de la autenticidad. Decidí que ya era hora de empezar a vivir en coherencia con mis valores. Apagué el televisor, comencé a hacer yoga, me hice vegana, dejé de comprar ropa como una loca y aprendí a disfrutar de la naturaleza, el silencio y el presente.

La segunda pieza que encontré fue la de la creatividad. La conseguí lanzándome a conseguir un imposible con el que siempre había fantaseado: escribir un libro. ¡Y ya llevo tres! Escribir me ha salvado y me sigue salvando. Ya nunca dejo de hacerlo, ni siquiera cuando duermo.

La tercera pieza fue la de la libertad. Cuando comprendí, como maestra, que educar significa ayudar a otros a ser libres, tuve que aceptar que yo no encajaba en el sistema para el que trabajaba. Decidí irme de allí para construir una nueva realidad profesional para mí, más libre, más flexible y sobre todo, alineada con mi pasión.

Con estas tres nuevas piezas me he reinventado y quiero ayudar a otras personas —niños y adultos— a desarrollar su creatividad y llevar una vida más feliz y consciente a través de la escritura.