A LA DERIVA

«¿Por qué abandonaste el barco? Allí estabas segura. Tu aventura no ha merecido la pena, ¿lo ves?», me reprochaba mi mente.

Me hallaba en la superficie del mar, por momentos ahogándome, por momentos pudiendo respirar. Luchar era agotador. Cuando mi cuerpo no pudo más, me rendí, me relajé, acepté la inminente muerte. Entonces comprobé que flotaba. La amenaza era irreal.

Desde el descubrimiento me desplazo a la deriva sin saber dónde me llevará la corriente. «A la deriva» no es malo, como yo pensaba, qué va. Abrazo la incertidumbre, confío en que todo tendrá un sentido. Mientras, disfruto del contacto en movimiento del agua con mi piel -¿existe una sensación más sanadora que esa?-, del cielo inmenso que ante mí se expande, del sol que me alumbra y los pajarillos y las nubes que me saludan.

Quizás me devore un tiburón -¿habrá tiburones en esta zona?- o quizás acabe en la orilla de una bonita isla. Quién sabe. Pero eso ahora no importa demasiado. Ahora solo me dejo llevar.

A veces, cojo el bolígrafo y empiezo a escribir, sin pensármelo mucho. Me dejo llevar y nacen historias como esta, en la que casualmente hablo de «dejarse llevar» y que titulé A la deriva. Escribirlas y, sobre todo, releerlas me ayuda a comprender el mundo un poquito más, a comprenderme a mí misma un poquito mejor.

Hace unas semanas mandé uno de estos microrrelatos a un concurso. Es una historia de brujas, lunas y fantasía (que no te puedo compartir hasta que se resuelva el concurso, porque ha de ser inédita). Yo no suelo escribir este tipo de relatos. Mi estilo es más bien el que ves en A la deriva, pero aquel día me dejé llevar y salió eso.

Yo no sé si mi historia Reencuentros de luna llena será seleccionada, pero yo siento que ya he ganado. ¿Sabes por qué? Porque la editorial que lleva el concurso se puso en contacto conmigo para decirme que les había llamado la atención mi historia y proponerme publicar un libro con ellos. ¿No es genial?

Cuando fluyes, ocurren cosas maravillosas.

El libro se llamará CAMIMANDO JUNTAS, una antología de relatos sobre mujeres de la que seré coautora junto a otras siete escritoras.

Voy a repetirme, pero… Cuando fluyes, ocurren cosas maravillosas.

Según mi amigo Deepak Chopra, una de las siete leyes espirituales del éxito es la ley del mínimo esfuerzo. Esta ley dice que el mejor camino, entre varios, para conseguir algo es siempre el más sencillo, el que implica un menor gasto de energía, en términos de tiempo, esfuerzo o inversión. No se trata de no hacer nada, pero sí tiene mucho que ver con soltar el control y dejarse inspirar.

¿Y tú? ¿Luchas con esfuerzo a contracorriente por conseguir aquello que anhelas o te dejas llevar a la deriva abrazando lo que la vida te trae? Puedes dejar tu opinión en comentarios. ¡Me encantará leerte!

Feliz día,

Cristina Cruz

Cada jueves… cuento historias que envío por email. De esas que te hacen pensar, sentir, cuestionar, evolucionar, como las de este blog. ¿Te apetece leer algo diferente?

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